martes, 28 de octubre de 2008

Quinquela Martín y el cambio de época.

He aquí el hombre que logro plasmar de una forma artística el escenario de comienzos del siglo XX. Nació el 1 de marzo de 1890 en Buenos Aires, Argentina. Fue abandonado por sus padres y pasó sus primeros seis años de vida en un orfanato hasta que fue adoptado.
A los 14 años comenzó a trabajar en la carbonería de su padrastro mientras concurría a una modesta academia nocturna de dibujo del barrio de la Boca. Tras abandonar sus estudios primarios, ingresó a una academia de su barrio donde realizó cursos de pintura y comenzó a hacer retratos para la gente del barrio hasta decidir dedicarse a pintar temas portuarios.
Comenzó con sus exposiciones de arte en 1918 y en 1920 obtuvo el Segundo Premio del Salón Nacional.
Fue elegido para que decorara la escuela-museo Pedro de Mendoza en el barrio de La Boca, y asumió distintos encargos para el Ministerio de Obras Públicas, como la decoración de un mural del ferrocarril suburbano de Buenos Aires. Durante su carrera realizó exposiciones en Río de Janeiro, Madrid, París, Nueva York y La Habana.
¿Qué significan sus obras? Sus pinturas de escenas portuarias reflejan una fuerte expresión de actividad, de vigor y de aspereza como muestra de la vida en la zona de la Boca. También pintó numerosos murales y cerámicas de grandes dimensiones en edificios públicos, oficiales y en instituciones privadas. En 1938 inauguró el Museo de Bellas Artes de la Boca en el mismo edificio donde tenía su taller y su vivienda.
Quinquela Martín se convirtió en filántropo, donando al barrio y a la ciudad una serie de obras.
Fue el pintor del Riachuelo por excelencia, y uno de los más populares pintores argentinos. Su obra figura en los mejores museos de arte de Europa y América y ha sido uno de los fundadores de la pintura con motivos de nuestra ciudad.
Podemos sintetizar la obra de Quinquela como el reflejo porteño de los suburbios y de los conventillos, de los inmigrantes y de sus hijos, del incipiente obrero y de su lucha diaria por fundar una ciudad que albergaba inmensas ilusiones y eternas pasiones.

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