En la misma dirección de solidaridad con las clases populares se constituyó el movimiento de Boedo, que congregaba a artistas y escritores alrededor de la revista "Los Pensadores". Pero el grupo de Boedo sacrificaría los valores plásticos de la pintura a su contenido ideológico, por lo cual se minimizó lo que era escencialmente pictórico. No obstante, dejó su semilla y la bandera de la pintura social fue enarbolada por una nueva agrupación que también intentó el acercamiento al pueblo. Las figuras más prominentes dentro de esta línea fueron Antonio Berni, Lino Spilinbergo, Juan Carlos Castagnino, Demetrio Urruchua y Raquel Forner. Las características del nuevo realismo social eran: dibujo objetivo capaz de acentuar los efectos que concurren al fin de la denuncia social, modelado imitativo y resonancias oscuras y hasta dramáticas del color, elección de temas que reflejan algún aspecto triste o doloroso de la realidad.
Policastro se destacaba en el grupo por una personalidad bien definida, por su propia cosmovisión y manera de encarar la pintura. Posteriormente formó un cuarteto con Berni, Castagnino y Urruchua en exposiciones y publicaciones. Los unían las mismas ideas y convicciones: el antifascismo y antifranquisco, además de la simpatía por los movimientos revolucionarios latinoamericanos. Sin embargo, sería erróneo creer que Policastro sometió su arte a la ideología. En efecto, la pintura y el arte estuvieron para él en primer lugar.
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